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Relatos extraños para contar a la luz de una pantalla

  • Foto del escritor: Jorge Pascual, Baltrey
    Jorge Pascual, Baltrey
  • 14 ago 2024
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: 14 feb

Estamos a mediados de la primera década de los 2000. Acabas de ver por enésima vez ese vídeo de Happy Tree Friends. Durante una fracción de segundo alcanzas a mirar la hora en el borde de la pantalla de tu ordenador. Son casi las doce. Te pesan los ojos. Mañana tienes clase, pero quieres más. Ahora que el mundo parece un rincón silencioso, sientes un escalofrío recorriendo tu espalda. Sabes que delante de ti tienes una pantalla con acceso a todo lo que puedas imaginar y a lo que no. Recuerdas aquella imagen que viste en un foro el otro día. Apenas llegaste a parpadear antes de apartar la mirada.


¿Qué era aquello que habías visto?


Reconstruyes la imagen en tu cabeza, o más bien dejas que cobre forma. No has podido borrar ese recuerdo de tu retina. La incertidumbre puede contigo; nunca habías visto nada como eso. ¿Era real? Sabes que no tendrías que confiar en aquello que ves en internet, pero el mero hecho de dudar abre la puerta a que sea cierto.


Los nervios invaden tu cuerpo, lo que antes era un rincón silencioso, ahora es un vacío de incertidumbre. ¿Vas a dar el paso? ¿De verdad te vas a poner a buscar acerca de “eso” ahora, justo ahora? La curiosidad es demasiado fuerte y sabes que es inevitable.


La fuerza que te mueve a seguir jugando a Inscryption es esa misma curiosidad. Desde que abres el juego por primera vez y siempre que lo estás jugando notas ese impulso por querer saber más. Eres consicente de que el viaje va a estar lleno de momentos en los que no vas a poder apartar la mirada de la pantalla, pero quieres, no, necesitas más.


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Inscryption es un videojuego que adopta la forma de un creepypasta. Gran parte de las personas que hemos crecido con acceso a internet en los 90 y en los 2000 nos hemos encontrado, de una forma u otra, con este tipo de historias de terror. Algunas (la mayoría) más amateur, otras más elaboradas, pero todas con un cierto nivel de encanto. Esta forma de relatar ha poblado la web desde sus orígenes ya que este es un medio ideal para su difusión y son, en cierta manera, una versión actual y transformada de las historias de terror que se solían transmitir a través de la tradición oral, el folclore, y las leyendas. Estas historias, como los propios creepypasta, han perdurado en el tiempo por su capacidad a la hora de apelar a nuestros terrores más primordiales y arraigados, ayudándonos tanto a afrontarlos y entenderlos como a regocijarnos en las sensaciones que despiertan.


No puedo evitar pensar en los contextos en los que esta tradición oral se ha ido transmitiendo durante generaciones y en cómo estas habrán mutado a lo largo de décadas. Siempre cambiando formas con el fin de conseguir llegar hasta el último de los rincones de los terrores de nuestro inconsciente. Tal vez ahora no son unas velas ni una hoguera las que iluminan el espacio en las que las contamos. O quizás sí, si así lo queremos. Pero sea como sea, los creepypasta demuestran seguimos sintiendo la misma atracción por estas narrativas, con el tiempo solo hemos cambiado las formas de transmitirlas.


Internet ha sido y sigue siendo un espacio perfecto para dejar que las historias de terror campen a sus anchas. Podemos ver cómo se desarrollan en tiempo real, ser testigos. Han adquirido nuevas formas y dimensiones, desdibujándose con la realidad y haciéndonos partícipes. Los videojuegos, como medio interactivo, aprovechan este aspecto al máximo, pero fue en internet donde la interacción y la experimentación se convirtieron en los pilares fundamentales que indirectamente han nutrido y retroalimentado a juegos como Inscryption.


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El subgénero de found footage, aunque explotado en exceso y de malas maneras con el tiempo, es un ejemplo perfecto de cómo se puede manipular la línea entre realidad y ficción, especialmente en un contexto como el de internet. Aunque los antecedentes del found footage preceden por mucho a existencia de la web (siendo la película La Conexión de 1961 la primera de la que se tiene constancia dentro del género) en el momento en el que adquirieron identidad y relevancia fue a finales de los 90, en su plena expansión, gracias sobre todo a internet. The Last Broadcast y (con mucho mejor resultado) El proyecto de la bruja de Blair no hubiesen podido concebirse en otro contexto. Tan importantes es el metraje como la discusión que se generó a su alrededor. Aquí, la propagación de la supuesta veracidad del metraje por parte de sus autores se convirtió en una parte integral de su narrativa. Llegando a crear una experiencia transmedia en la que el público “interactuaba” con la historia a través de discusiones en foros antes de que las películas se estrenaran, independientemente de si fueron muchos o pocos los que se creían la veracidad de lo que les estaban contando.


Es en este contexto de participación e interacción donde Inscryption brilla. Y es que el juego captura a la perfección la esencia de décadas de narrativa de terror amateur, y no tan amateur en internet, así como de siglos de tradición oral, transformándolas y dotándolas de interacción. Inscryption no solo se apoya en estos legados, sino que los transforma, creando una experiencia de videojuego. Sus influencias visuales, como no podían ser de otra manera, pasan por una estética que combina el analog horror con elementos del retro futurismo o incluso folk horror. Componiendo todos una atmósfera densa, en la que cada rincón nos guarda un secreto macabro y que, poco a poco, nos va revelando su naturaleza. Haciéndonos partícipes directos de la experiencia.


El título arranca en un entorno tan cálido y acogedor a la par que opresivo y terrorífico. Estamos solos en una cabaña lúgubre, con la presencia de una figura de la que apenas percibimos su mirada. No sabemos cómo hemos llegado aquí ni tenemos idea de cómo escapar. Solo nos queda aceptar aquello que nos propone, jugar a su funesto juego de cartas con él e intentar ganarle para poder escapar.


Leshy, así se hace llamar la criatura que nos acompaña, es una figura que permanece siempre sentada al otro lado de la mesa. Como si llevase una eternidad contemplando y arrastrando a sus víctimas a sus lúgubres juegos. No parece tener otra razón de existencia que no sea la de contar historias bajo la luz de las velas. Porque Leshy es, en esencia, un narrador. Una suerte de dungeon master, una criatura del bosque conocedora de todos los secretos y horrores acontecidos en estos entornos. Leshy adopta diferentes y retorcidos roles a través de las máscaras. Estos no dudarán en hacernos la vida imposible, mientras cambian las reglas a su antojo con tal de que perdamos y experimentemos lo macabro de sus historias, unas que casi nunca pueden acabar en finales felices.


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Y es en este aspecto, en la figura de Leshy funciona como una especie de catalizador de la tradición oral de las historias de terror, donde la narrativa de juego empieza a deslumbrar. Leshy puede entenderse como la representación física dentro del juego de la tradición oral, mientras que el juego en sí, con su naturaleza de found footage (o para el caso, ¿found software?) adopta la forma de creepypasta. Es una mezcla de medios que demuestra una pasión increíble por las narrativas y los métodos que empleamos para transmitirlas, dándole una capa de interactividad a través del juego.


Daniel Mullins lleva tiempo explorando el poder de las historias y los efectos que tienen en las personas. Por ejemplo, ya en Pony Island jugaba con la idea de romper la línea que separa la realidad de la ficción. Nos planteaba la idea de videojuego ficticio maldito, mientras que utilizaba la fuerza de la narrativa para ver si era capaz de sugestionarnos hasta llevarnos al punto de hacernos creer que todo era real. En Inscryption seguimos viendo este planteamiento, pero se nos muestra de una forma más elaborada. Esta vez mezclando videojuego con imagen real y fragmentando el relato hasta descomponerlo en lo que no dejan de ser varios juegos individuales, Inscryption se alarga y deforma de formas, como poco, inesperadas. Esto le da un ritmo particular (puede que algunos lo consideren como algo malo) pero creo que contribuye de forma excelente a la hora de transmitir esas sensaciones de opresión e impotencia. Presenta el juego como un laberinto del que es prácticamente imposible escapar, reforzando las ideas que el propio título muestra al jugador.


En esa combinación de videojuego con imagen real se puede apreciar la influencia de Sam Barlow dentro del juego de Mullins. Aunque Her Story y Telling Lies basan todo su planteamiento en la intersección entre imagen real junto con gameplay, Inscryption lo utiliza como un recurso más. La exploración de la metatextualidad dentro del juego es el foco principal, mientras que Mullins se dedica a darle forma con todos los recursos que tiene a mano.


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Pero no solo metatextualidad y subversión vive el juego. Inscryption es un deckbuilder increíble, un juego de cartas que puede parecer sencillo al principio, pero que alberga una barbaridad de espacio de diseño que no deja de sorprender en ningún momento. Sus aspectos más roguelike y los modos en los que te deja alterar las reglas dan forma a una experiencia que parece difícil que se agote. Aunque su versión más puramente roguelike, Kaycee’s Mod, es todo un desafío y bastante entretenida, no tiene esa profundidad que sí tienen juegos del género como Slay The Spire. Es ahí donde más se nota que el núcleo del juego es la experiencia narrativa. El balanceo de las cartas y estrategias no importa tanto porque el loop jugable no estaba pensado para durar hasta el infinito. Nada de esto desmerece el planteamiento original que funciona de maravilla teniendo en cuenta lo que quiere ser y las emociones que pretende plasmar.


Inscryption es el relato de terror contemporáneo perfecto, uno que antepone las emociones y se distancia de la intelectualización del terror. Como en esos momentos de oscuridad de tu habitación, cuando el mundo parecía un rincón silencioso y la curiosidad te empujaba a explorar lo desconocido en internet, Inscryption sabe que el mejor terror es aquel en el que puedes proyectar y procesar tus propios temores. Una regresión perfecta que apela a nuestros miedos más primarios. Un videojuego que entiende su medio y sabe sacarle partido.

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